La historia de las ideas lingüísticas puede abordarse desde muy diversos enfoques y puntos de vista. El enfoque inmanente, centrado en los textos, es sin duda fundamental, pero debe ir acompañado del estudio del contexto histórico y de la atmósfera intelectual en que se gestaron las ideas contenidas en ellos. De la reflexión metateórica sobre la propia disciplina historiográfica han surgido varios términos para designar toda esa labor tangencial.
Al proponer el término "intrahistoriografía" no fue nuestra intención contribuir a una posible inflación terminológica, sino designar de una forma transparente el intento de sacar a la luz la historia particular de los autores de los textos y de sus receptores, pero no a grandes rasgos, sino de forma minuciosa. Al mismo tiempo, pretendía servir de estímulo para nuestra propia labor investigadora, la de un grupo de amigos a los que nos une la pasión por la historia de las ideas lingüísticas, actividad que, además, constituye parte importantísima de nuestra labor profesional. En cierto modo, en este blog arrojamos datos que algún día serán objeto de estudio intrahistoriográfico pues, independientemente de la mayor o menor repercusión que el término o nuestra propia actividad tenga o pueda tener, no hay que olvidar que uno de los requisitos básicos de la HL es la exhaustividad cuando se bucea en el pasado.
En el término "intrahistoriografía" se adivina fácilmente la referencia intertextual al célebre término "intrahistoria" acuñado por Miguel de Unamuno para designar "la vida tradicional que sirve de fondo permanente a la historia cambiante y visible" (DRAE 2001). Unamuno puso de manifiesto la diferencia entre la gran cultura y la pequeña cultura, la necesidad de conocer (y reconocer) el día a día de todos aquellos que formaron parte de la historia pero no son recordados en ningún manual. Así entendemos la intrahistoriografía.
Precisamente, una de las tareas más sacrificadas de la lingüística (y a veces poco reconocida) es la elaboración de un diccionario. Hoy en día se hacen en equipo, pero antaño estas obras fueron planteadas y llevadas a cabo por abnegados individuos que demostraron una enorme dedicación y un gran coraje. Sin los monumentos que nos legaron difícilmente podríamos reconstruir nuestro pasado. Por ello saludamos con especial entusiasmo la aparición del libro de Francisco Carriscondo Esquivel La épica del diccionario. Hitos lexicográficos del XVIII, pues reconoce precisamente su mérito. Se trata de un libro que encarna a la perfección el concepto de "intrahistoriografía". Reproducimos a continuación el texto con el que se nos presenta para todo aquel interesado:
¿Alguien se ha detenido a pensar en las personas que hay detrás de los diccionarios? ¿Se ha reparado en el hecho de que estos monumentos a la lengua los elaboran individuos con unas inquietudes especiales, una disposición del espíritu y una actitud ante la vida que, sorprendentemente, se reproducen de manera constante a lo largo de la historia? En "La épica del diccionario", Francisco M. Carriscondo Esquivel trata de exponer estos rasgos característicos de los autores de diccionarios: su abnegación por el trabajo, su disciplina y pasión, su conciencia de empresa a largo plazo… Y todo, "simplemente", para crear inventarios de las palabras que, en definitiva, reflejan el pensar, el creer y el sentir de la sociedad que las usa. De este modo, de lo general a lo particular, y combinando erudición y divulgación, el autor de esta monografía describe la personalidad de los lexicógrafos, el ambiente en que trabajan, los principales problemas a que deben enfrentarse… y los aplica a los hitos de la historia de los diccionarios de lengua española del siglo XVIII, como son el "Diccionario de autoridades" (1726-39) de la recién creada por entonces Real Academia Española y el "Diccionario castellano con las voces de ciencias y artes" (1786-88) de Esteban de Terreros y Pando. El análisis de estos autores y de sus obras sirve para mostrar cómo representan, mejor que nadie y que nada, la psique de los lexicógrafos y la monumentalidad de sus producciones, modelos para una cultura que siempre tiene su razón de ser en un idioma y al libro, en este caso el diccionario, como su depositaria (Infoling, 4.6.10).
ETMA